sábado, 17 de marzo de 2018

Brújula

Arranqué y lo quemé todo.
Ahora sólo formas parte de esta enorme hoguera, y ya no puedes quemarme.
Ahora sólo eres un recuerdo que me produce calor, y tu llamada es un breve murmullo de lo que quedó atrás.
Nos mentimos, prometimos estar, o al menos yo lo intente, pero disfracé la realidad, y me vendé los ojos delante de la piedra con la que tantas veces me caí.
Realmente fue mi culpa darte lo que no te merecías, durante tantos años.
Quizás la persona que eras cuando te conocí, si se merecía todo lo que di.
Rompimos las velas del barco en el cual iniciamos el viaje, nos quedamos ancladas, pero al final, la marea fue más fuerte, y mientras yo acabé en el fondo del mar, tu terminaste en la orilla, con lo poco que  quedaba de nuestro barco.
Y mientras tú te quedaste refugiada,
yo tuve que andar perdida entre la oscuridad y el frío, pero dentro de esa soledad, pude apreciar cosas maravillosas que me dio el mar, valores, personas... que me ayudaron a salir a flote.
En ese reencuentro, ya no nos conocíamos, ambas hicimos una brújula con los restos del barco.
Tu brújula, no paraba de girar en direcciones opuestas, así que volviste a quedarte sentada en la orilla.
En cambio, la mía ya había escogido una dirección, volví a coger mis valores, y con más seguridad, me adentré en el mar, dejándote atrás, y aunque en mi corazón siempre me quedaré con lo bueno que vivimos, ya no queda hueco para ti.
Nuestros caminos se separan, pero espero que tú brújula algún día te lleve a un lugar donde puedas ser feliz.

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