Sin pensármelo dos veces, disparé mi último cartucho, con la esperanza de que ese último disparo no fuera mi sentencia.
Destruida como Amarna, todo lo que fui quedó a orillas del Nilo.
Dejé que el río se llevará lo poco que quedaba de mi.
Mi historia hecha cenizas y olvidada, acabó por convertirse en polvo. Si mi destino era formar parte de este desierto, quien era yo para para llevarle la contraria...
Cuando más pensé que me perdía, apareciste tú, y quien me diría que volverías a ser mi camino a Tebas.
Y así, en medio de esta guerra, sentí crecer la primavera, desbordando nuestras ganas en cada centímetro de nuestra piel.